Cada rosa gentil ayer nacida, cada aurora que apunta entre sonrojos, dejan mi alma en el éxtasis sumida... ¡Nunca se cansan de mirar mis ojos
el perpetuo milagro de la vida! Años ha que contemplo las en las diáfanas noches españolas y las cada vez mas bellas.
¡Años ha que en el mar, conmigo a solas, de las olas escucho las querellas y aún me pasma el prodigio de las olas! Cada vez hallo la Naturaleza más sobrenatural, más pura y santa.
Para mí, en rededor, todo es belleza: y con la misma plenitud me encanta la boca de la madre cuando reza que la boca del niño cuando canta.
Quiero ser inmortal, con sed intensa, porque es maravilloso el que nos brinda la creación inmensa; porque cada lucero me reclama,
Yo ya me despedía.... y palpitante cerca mi labio de tus labios rojos, «Hasta mañana», susurraste; yo te miré a los ojos un instante y tú cerraste sin pensar los ojos
y te di el primer beso: alcé la frente iluminado por mi dicha cierta. Salí a la alborozadamente mientras tu te asomabas a la mirándome encendida y sonriente.
Volví la cara en dulce arrobamiento, y sin dejarte de mirar siquiera, salté a un tranvía en raudo movimiento; y me quedé mirándote un momento y sonriendo con el alma entera,
y aún más te sonreí... Y en el tranvía aun ansioso, sarcástico y curioso, que nos miró a los dos con ironía, le dije poniéndome dichoso:
El día que me quieras tendrá más que junio; la que me quieras será de plenilunio, con notas de Beethoven vibrando en cada rayo sus inefables cosas, y habrá más rosas que en todo el mes de mayo.
Las cristalinas irán por las laderas saltando cristalinas el día que me quieras.
El día que me quieras, los sotos escondidos resonarán arpegios nunca jamás oídos. Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras que hubo y habrá en el mundo serán cuando me quieras.
Cogidas de la mano cual rubias hermanitas, luciendo golas cándidas, irán las margaritas por montes y praderas, delante de tus pasos, el día que me quieras... Y si deshojas una, te dirá su inocente postrer pétalo blanco: ¡Apasionadamente!
Al reventar el alba del día que me quieras, tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras, y en el estanque, nido de gérmenes ignotos, florecerán las místicas corolas de los lotos.
El día que me quieras será cada celaje ala maravillosa; cada arrebol, miraje de "Las Mil y una Noches"; cada brisa un cantar, cada árbol una lira, cada monte un altar.
El día que me quieras, para nosotros dos cabrá en un solo beso la beatitud de Dios.
¿Adónde fuiste, Amor, adónde fuiste? Se extinguió en el poniente el manso fuego, y tú, que me decías: "hasta luego, volveré por la noche"... ¡no volviste!
¿En qué zarzas tu pie divino heriste? ¿Qué muro cruel te ensordeció a mi ruego? ¿Qué supo congelar tu apego y a tu hurtar mi triste?
...Amor, ¡ya no vendrás! En vano, ansioso, de mi balcón atalayando vivo el verde y el confín brumoso; y me finge un celaje fugitivo
nave de luz en que, al final reposo, va tu dulce fantasma pensativo.
1 El miserable es un estrado donde todo es estólido y fingido, donde cada anfitrión guarda escondido su verdadero ser, tras el tocado:
2 No digas tu verdad ni al más amado, no demuestres temor ni al más temido, no creas que jamás te hayan querido por más besos de amor que te hayan dado.
3 Mira como la se deslíe sin que apostrofe al sol su labio yerto, cómo ansia las nubes el desierto sin que a ninguno su ansiedad confíe...
4 ¡Trema como el infierno, pero ríe! ¡Vive la vida plena, pero muerto!